«La hermenéutica del caracol», leído en la Semana de la Poesía de Santo Domingo

Fotografía del autor, Salinas de Baní, República Dominicana, 2017

Lectura del poema «La hermenéutica del caracol», en la inauguración de la VI Semana Internacional de la Poesía de Santo Domingo, República Dominicana. Gracias infinitas a Mateo Morrison por la invitación y a Denisse Español por su amistad nuclear.

LA HERMENÉUTICA DEL CARACOL

 

Me juego una semilla de girasol

a que nadie sabía que las ovejas no beben agua en movimiento

o que, de promedio, una persona tiene más de 1460 sueños al año

eso sí, sabemos que algunos búhos seducen a los árboles

para llevarse de paseo la sonrisa de los suicidas

o, simplemente, para beber las lágrimas que Baruch Spinoza abandonó

cuando se enteró de que sus filosofadas sobre la “sustancia divina infinita”

(que para él era la realidad o Dios) eran un cuento chino.

Es cierto, la vida se parece demasiado a un montaje de Brecht

y muchas veces la soledad nos pilla los dedos

aunque vayamos de monjes zen o de fumadores de albahaca

dímelo tú, que pasas frío en mi corazón

y te niegas a salir de casa sin un extintor para besos de alto voltaje.

(Un extintor puede que sea tan inocente como un cuchillo de madera

que regresa al bosque para atentar contra los aserraderos).

Siguiendo esta misma lógica, ahora pienso que el océano que tienes bajo tu cama

tiene los modales de un gato, es decir, cuando le da la gana

escupe botellas con mensajes de amor como si fueran una bola de pelo.

Sería un crimen decir que para algunos filósofos presocráticos

las veinteañeras están llenas de buenas intenciones

o que las mariposas filosóficas son la solución para olvidar a Wagner,

es verdad, como ellos, también hay astrónomos que no saben llevar una bicicleta

y confunden fácilmente estar enamorados

con tener ganas de comerse uno de los hoyuelos de tus mejillas

pero qué demonios, a todos nuestra primera novia nos dejó el corazón hecho añicos

y todos en mi país creímos que la lucha armada no se nos iría de las manos.

 

Bien sabes que no hace falta secuestrar la conciencia de un oficinista

para darte cuenta de que a este mundo le falta un tornillo:

es sociológicamente admisible saquear un banco o engañar a un querubín

con comida para aves a cambio de entrar al cielo,

pero si denuncias a un político que ha ganado la lotería 20 veces en un año

probablemente tendrás que empacar tus lágrimas y tirarlas por el retrete

no obstante no os hagáis los despistados,

escribid con una pluma de vuestra espalda,

salid a la calle sin abrir las alas

y veréis que tampoco vosotros sois los que creíais.

 

De El equipaje del ángel 

XXVII Premio Tiflos de Poesía,

Visor Libros, 2014

 

 

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